30/04/2020
Conozco a Werner Herzog desde finales de 1971, cuando llegó a Lima para presentar sus primeras películas en el Colegio Champagnat. En aquel entonces él filmaba películas experimentales como También los enanos empezaron pequeños y Fata Morgana, muy profundas, tratando de comprender lo curioso del ser humano. Werner había ganado un concurso de la televisión alemana para hacer una película sobre Lope de Aguirre, el conquistador español que traicionó a la Corona para liderar su propia expedición en busca de El Dorado.
Tras asistir a la retrospectiva e iniciar nuestra amistad, lo convencí para filmar su primer largometraje de exhibición masiva (feature film). Mi participación como coproductor de la película surgió por un acuerdo verbal, de caballeros: el contrato fue un apretón de manos y no hubo condiciones (sin presupuesto, papeles, ni ningún tipo de restricción), a fin de facilitar el trabajo que Werner debía realizar. Un año después se estrenó Aguirre, la Ira de Dios (1972), que fue exhibida por más de tres años seguidos en París y ayudó a traer a más turistas al Perú. Hoy es considerada una de las mejores películas en la historia.
Para mí, el cine es la mejor manera de exponer un destino. Ya lo habíamos visto con Acapulco en los años 60 y 70, cuando fue lanzado como un destino paradisíaco por medio del cine. También otros destinos en Europa fueron lanzados de esta manera. Hacer esta película ayudó a exponer el carácter de Machu Picchu, en especial con la espectacular toma que inaugura la película, en la cual vemos a los conquistadores y a los incas descendiendo del Wayna Picchu como una fila de hormigas, antes de sumergirse en los “sueños de fiebre” que están latentes en la Amazonía peruana.
En 1978, buscando recuperar la inversión hecha para Aguirre, me encontré con Werner en Alemania y le propuse hacer otra película en la selva peruana. Le conté la vida de Carlos Fermín Fitzcarrald, el gran héroe geográfico peruano. Fitzcarrald fue el primero que cruzó el “Istmo de Fitzcarrald”; incorporó a la vida económica peruana a toda la región de Madre de Dios, con el boom del caucho; y la defendió de los migrantes extranjeros, frente a quienes antes perdimos el Acre. Merecía un monumento del siglo XX: una obra de cine que mostrara su determinación.
Un detalle de la historia fascinó a Werner, como él cuenta al inicio de su diario de rodaje, Conquista de lo inútil: “Con la desquiciada furia de un perro que ha hincado los dientes en la pierna de un ciervo ya muerto y tira del animal caído hasta el extremo de que el cazador abandona todo intento de calmarlo, se apoderó de mí una visión: la imagen de un enorme barco de vapor en una montaña”. Con la intención de darle poesía, Werner le dio el ángulo de una epopeya vinculada a la ópera. Para evitar posibles contingencias de derechos de nombre la denominamos Fitzcarraldo.
Hacer Aguirre fue una aventura, es una película muy difícil de repetir. Fue filmada en condiciones muy agrestes de selva remota. Dudo que se vuelva a hacer una película en las condiciones de Aguirre, y lo mismo diría para Fitzcarraldo (1982). Enfrentamos juntos situaciones límite y, ante estas condiciones, Werner y yo nos hicimos más resistentes a la adversidad. Confirmamos en la práctica que siempre hay una forma alterna de trabajar, de vivir y de resolver los problemas para salir adelante. Fueron años muy difíciles, que sirvieron para hacernos sinceros amigos.
Fitzcarraldo es uno de los principales documentos etnográficos modernos, donde aparecen los maschos, piros, campas, aguarunas. Su participación está registrada en otra película que produje: El Pesar de los Sueños (1982), documental sobre los 4 años de rodaje de Fitzcarraldo, dirigido por Les Blank. Ahí se ven las circunstancias –aún vigentes– para las comunidades nativas que protegen sus culturas, territorios y formas de vida ante los extraños.
Inicialmente conversamos con Mario Vargas Llosa para que escribiera el guión de Fitzcarraldo, pero estaba trabajando La Guerra del Fin del Mundo. Jack Nicholson era la primera opción para interpretar a Fitzcarraldo. Por ello, luego de acompañar a Werner en el rodaje de Nosferatu el Vampiro (1979), visitamos a Nicholson en el set de The Shining, de Stanley Kubrick. Las agendas se cruzaban, así que se decidió hacer la película con Jason Robards como protagonista y Mick Jagger en el papel de Wilbur. Lamentablemente, Robards no soportó las condiciones de la selva virgen y se retiró de la producción por una enfermedad. Mick –quien pasó varios días en Lima, hospedado en el Country Club, esperando la reanudación del rodaje– ya estaba comprometido con una gira mundial, por lo que tampoco pudo continuar. De este modo, el legendario Klaus Kinski entró en escena, mientras que Claudia Cardinale continuó su papel original.
Werner nunca tuvo problemas de salud. Es un hombre de campo, muy fuerte. Investigó a fondo sobre el Perú antes de venir, como siempre lo hace antes de iniciar un rodaje. Trata de ser veraz con las escenas y con las personas, con el ambiente, con la vivencia del momento que debe representarse. Es una persona muy dedicada, que no acepta que las situaciones adversas puedan impedir la realización de su obra.
Frecuentemente Werner y yo nutrimos nuestra amistad. Después de concluir el rodaje de Fitzcarraldo, Werner ha venido muchas veces al Perú. Especialmente a Machu Picchu, donde filmó frente al río torrentoso escenas para las películas My Best Fiend (1999), un retrato íntimo sobre su relación con el impredecible Klaus Kinski; Wings of Hope (2000), que rememora junto a la sobreviviente Juliane Koepcke el accidente del vuelo 508 de LANSA, el cual Werner estuvo a punto de abordar durante el rodaje de Aguirre; y My Son, My Son, What Have Ye Done? (2010), protagonizada por Michael Shannon, una búsqueda existencial que desata consecuencias inesperadas.
En el 2018, Werner guioó a 48 jóvenes cineastas de 28 países en un taller creativo de dos semanas en Inkaterra Guides Field Station, nuestra propiedad más reciente en el bosque amazónico de Madre de Dios. Werner los acompañó en todos los procesos, desde el chispazo que inicia la historia a filmar, hasta la edición. Fue una de las experiencias más fascinantes para Werner y sus alumnos, como también para toda la familia de Inkaterra y la comunidad de Madre de Dios.
Werner es uno de los verdaderos artistas del siglo XX. Varios años atrás, Truffaut lo llamó “el director vivo más importante”. Yo creo que aún lo es. La experiencia de producir Aguirre me llevó en 1975 a la fundación de Inkaterra Reserva Amazónica (Madre de Dios), la cual pronto se convertiría en la primera concesión con fines turísticos en el Perú. Desde entonces venimos persiguiendo nuestros sueños en Inkaterra, produciendo investigación científica para determinar cómo debemos conservar la biodiversidad a través del ecoturismo y el desarrollo sostenible, en pos del bienestar de las comunidades locales.
En el 2018, Werner guió a 48 jóvenes cineastas de 28 países en un taller creativo de dos semanas en Inkaterra Guides Field Station, nuestra propiedad más reciente en el bosque amazónico de Madre de Dios. Werner los acompañó en todos los procesos, desde el chispazo que inicia la historia a filmar, hasta la edición. Fue una de las experiencias más fascinantes para Werner y sus alumnos, como también para toda la familia de Inkaterra y la comunidad de Madre de Dios.
Werner es uno de los verdaderos artistas del siglo XX. Varios años atrás, Truffaut lo llamó “el director vivo más importante”. Yo creo que aún lo es. La experiencia de producir Aguirre me llevó en 1975 a la fundación de Inkaterra Reserva Amazónica (Madre de Dios), la cual pronto se convertiría en la primera concesión con fines turísticos en el Perú. Desde entonces venimos persiguiendo nuestros sueños en Inkaterra, produciendo investigación científica para determinar cómo debemos conservar la biodiversidad a través del ecoturismo y el desarrollo sostenible, en pos del bienestar de las comunidades locales.